lunes, 29 de marzo de 2010

Domingo de Ramos


Celebran en Catedral la entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén

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El Domingo de Ramos da inicio a la Semana Santa, una semana de fe y esperanza. Con la bendición de palmas y la procesión, se inicia la celebración en todas las Iglesias de la Prelatura. Los misioneros y grupos de apostolado han preparado en cada comunidad esta celebración. A continuación, el resumen de la Homilía de Mons. Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, LC, Obispo Prelado de Cancun-Chetumal, durante la celebración del Domingo de Ramos:

“Aumenta, Señor, la fe de los que tenemos en ti nuestra esperanza y concede a quienes agitamos estas palmas en honor de Cristo victorioso, permanecer unidos a Él para dar frutos de buenas obras

Queridos hermanos y hermanas:

Agitando nuestras palmas comenzamos la Semana Mayor, iniciamos la semana mas importante de nuestro año Cristiano, el momento culminante de la Misión de Jesús. Hoy estamos aclamando jubilosos y entusiastas la entrada de Jesús en Jerusalén. El entra en la Ciudad Santa en un burrito, por fin después de tantos milagros y prodigios obrados en Galilea y Judea , por fin viene a reinar. Jesucristo nuestros Señor comenzará en unos días más, su pasión y sufrimiento. En nuestra vida, todos tenemos momentos alegres y momentos de mucho dolor, unos de fiesta y otros de problemas y apuros. Así es la vida cristiano, así fue la vida nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia nos invita a permanecer fieles en los momentos de pena, de dolor., No estar firme en la fe sólo cuando esta todo muy bonito, muy agradable y cómodo. Hay muchos que siguen a Jesús hasta la multiplicación de los panes, al obrar milagros, pero cuando llega el momento de la cruz, muchos le dan la espalda y no quieren saber más de Él. Permanezcamos unidos a Él en todo tiempo. Es muy fácil vivir unido a él dándole gracias por todo lo que nos da: el trabajo, un cumpleaños el nacimiento de alguien, cuando estamos felices y contentos, pero cuando nos viene una enfermedad, la muerte de un familiar, los momentos de angustia, tristeza, allí también tenemos que unirnos a Jesús. Tenemos que acudir a él, recobrar la paz de nuestro corazón. Permanecer con él en todos los pasos de su Pasión.

Hay que acompañarlo, hay que estar con él. María lo acompañaba, le daba fuerza, y en el momento de la flagelación, con ternura lo siguió hasta secar la sangre que derramó. Sus apóstoles, sus amigos, sus seguidores lo abandonan, pero Él los compadece con amor. Todos tenemos momentos difíciles, en los que tenemos que acudir a Jesús para que Él nos enseñe cuál es el sentido del sufrimiento, cuál es el sentido de mi cruz, todos tenemos algo que más nos cuesta. A veces no nos damos cuenta la relación difícil, ni nos la imaginamos, pero Él sabe cuál es nuestra cruz. Hay un dolor, una pena, tantas cosas que nos cuestan. ¿Porque Dios lo ha permitido?, Es un misterio el saber por qué sufrimos tanto, pero él nos muestra que podemos superarlo todo, porque él aceptó todo incluso hasta que desgarraran su cuerpo. Allí murió desfigurado. ¿Porqué Dios permitió eso? Hay un sentido en el dolor y en la pasión y muerte: para purificarnos, para salvarnos, para devolvernos la paz de nuestras almas y abrirnos las puertas del cielo.

El mundo lo ve y no lo comprende: ¿Qué sentido tiene, Porque Dios lo ha permitido?¿ Qué es lo que Dios busca? Hay un sentido profundo de nuestra cruz. Ya no le echemos en cara nuestro sufrimiento, porque él también nos visita en el sufrimiento. Con la consolación nos visita en los momentos tristes y en la tribulación en los momentos difíciles. Así la cruz como tribulación se convierte con fe y paciencia en sentido redentor.

No hay que vivir la semana Santa como espectadores pasivos, vivamos plenamente estos días. Cada uno pasamos por lo mismo, tenemos nuestra cruz y nuestra pasión. Pero hay que pasar de la cruz a la luz, de la esclavitud a la libertad. Los invito a que vivan los misterios de la Pasión, porque cada uno pasa lo mismo que pasó Jesús, y cada uno de nosotros logrará superar ese sufrimiento acompañados de Jesús. Pidámosle a La Virgen María que nos enseñe a vivir la Semana Santa como ella la vivió, cercana a Jesús.






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