Reino de Vida, Verdad y Santidad
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Por: Konaté Hernández
Cancún.- Dar testimonio al mundo de nuestra fe en el Señorío de Jesucristo Nuestro Señor y decirle al mundo, a nuestra ciudad y estado que queremos que Cristo reine en nuestra sociedad, hogares y corazones, es por lo que Monseñor S. E. R. Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C., Obispo de la Prelatura Cancún Chetumal, agradeció de manera particular a los fieles de la Parroquia de Cristo Rey, organizadores de las fiestas patronales, así como a las autoridades civiles, al permitirles la realización de esta ceremonia en una acción de gracia, consagración y glorificación al Rey del Universo.
Monseñor exclamó que al pensar en un rey, inmediatamente imaginamos la corona de oro, ropajes lujosos, trono decorado con joyas, piedras preciosas, así como escolta, trompetas, cortejo, un soberano dando órdenes, y súbditos que le hacen la reverencia.
Olvidamos que estos reyes además de la majestuosidad que tenían, eran en realidad impotentes, al vapor, prepotentes y arbitrarios en sus mandatos con la finalidad de dominar a los pueblos. Sin embargo al contemplar a Jesucristo no se parece en nada a aquellos reyes, debido a que el Señor nació en un pesebre, no en una cuna, que estaba en una cueva no en un palacio, vivió en una casa humilde; cuando tuvo que entrar a Jerusalén, porque el pueblo lo proclamó Rey, lo hizo en un burrito rodeado de gente sencilla, sin caballos, trompetas, cortejo de gente importante, sin embargo quienes no lo proclamaron lo reconocieron como Rey, porque tenía algo muy especial, poseía el poder para expulsar demonios, curar enfermedades, calmar la tempestad, enseñar con plena autoridad no como los fariseos y escribas.
Cristo siempre fue manso y humilde, fue un Pastor que se preocupó por cuidar del rebaño, curar enfermedades, alimentar al hambriento, buscar a la oveja perdida, para sacarla del atolladero, cargarla sobre sus hombros y llevarla a pastos suculentos. ¡Qué diferente es Jesucristo!, pues sus propios enemigos lo reconocieron como Rey, cuando los soldados lo crucificaron, por eso le pusieron una la corona de espina, luego le golpeaban para preguntarle ¿Quién le había pegado?, incluso el mismo Poncio Pilato le cuestionó si de verdad era rey?, y Jesús le respondió que efectivamente, si era Rey; pero que su reinado no correspondía a este mundo. Por tal motivo le colocaron el letrero de “Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos”.
Por supuesto que era Rey, pues reunía en si los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Nos dio sus mandamientos, nos dio la gracia para cumplirlos, pero lo más importante nos dio la ley del Amor, explicó Monseñor . Jesucristo es Rey porque con su poder expulsó demonios, para que los corazones se convirtieran, es por ello que al final de los tiempos Él vendrá a juzgarnos y separar a los cabritos a su izquierda y a las ovejas a su derecha. Por tal motivo, mientras estemos con vida, debemos obedecer sus leyes, dejar que su reino penetre en los corazones, para que llegado el fin del tiempo, Él reine y juzgue nuestras obras con su Misericordia y dé el premio o el castigo. Debemos buscar siempre el camino hacia la Patria Eterna que Cristo preparó para nosotros desde la Creación del mundo, por lo que debemos dejar que empiece a reinar en nuestros corazones.
El Reino de Cristo no es temporal, social o político. Es poder espiritual, porque quiere reinar en nuestra mente para asentar las verdades que nos enseñó, para gobernar nuestras vidas, para que de esta manera podamos dominar nuestra voluntad, amando más a Dios sobre todo lo demás. Lo que lograremos cuando nos compadezcamos de los hermanos que sufren, de perdonar los agravios, alimentar al hambriento, visitar al enfermo o al preso, dar de beber al sediento, ser capaces de extenderle la mano al prójimo. Cuando logremos esto, es cuando Cristo logrará instaurar su reinado de justicia, amor, paz en nuestros corazones. Este reino es, pues, de vida, verdad y santidad. Seamos pues solidarios con los demás, brindemos nuestro amor a los necesitados de nuestro hogar, trabajo, colegio, en el ambiente donde nos desarrollemos, para lograr que Nuestro Señor sea el Rey de nuestro corazón, de nuestro hogar y de nuestra Patria, concluyó Monseñor Elizondo Cárdenas.
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