lunes, 13 de julio de 2009

Cuando un sacerdote fallece


Reflexión

La vida y la muerte es sin duda alguna las realidades más evidentes a las que todo ser humano está sujeto y a las cuales se enfrenta frecuentemente al ver nacer y morir a otros seres humanos y otros seres vivos. Una realidad cargada de sentimientos y emociones, porque la vida está llena de esperanzas y la muerte, a veces, de incertidumbres.

Sin embargo Cristo, Señor de la Vida y de la Historia, es un señor de vivos porque él ha vencido a la muerte para darnos a todos vida, vida en abundancia, vida eterna. Toda incertidumbre ante la muerte, con Cristo, desaparece. La muerte de los seres humanos con la muerte de Cristo es ahora signo de esperanza.

Tal es también el caso de los sacerdotes difuntos. Cuando un sacerdote fallece, el cielo entero se desborda de gozo y alegría porque se cumple nuevamente las promesas de Cristo: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10,10), "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. ” (Juan 5:24), "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27-28), “El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna” (5:40), "Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí” (Juan 14,6).

Lo sacerdotes han sido en el mundo un trasunto de Cristo, una imagen viva que Él ha escogido y ha enviado al mundo para suscitar la fe y la verdad y llevar a las almas al Cielo, gracias a la predicación del Evangelio y la celebración de los sacramentos.

Qué dicha que dos sacerdotes, hermanos nuestros hayan partido a la Casa del padre en este Año de Gracia, Año de Indulgencias diarias para los sacerdotes, el Año Sacerdotal, recordando los 150 años de la muerte del Santo Patrono de los sacerdotes: El Cura de Ars, San Juan María Vianney.

Ellos sin duda alguna, por haber creído fielmente a las promesas del Salvador les ha sido regalada esta indulgencia plenaria y ya gozan de la felicidad eterna en el Cielo. Dos grandes intercesores de nuestra tierra maya, en donde ellos gastaron su vida predicando el Evangelio.

Requiescant in pace

Escrito por:
Oficina de Comunicación
Prelatura de Cancún-Chetumal.

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